Enemigos de la cruz

by Paul M. Sadler

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“Porque muchos andan, de los cuales os he hablado muchas veces, y ahora os lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin es perdición, cuyo dios es su vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que se preocupan por las cosas terrenales.”
— Filipenses 3:18, 19

Durante las visitas del Apóstol Pablo a Europa, había advertido con frecuencia a los filipenses acerca de aquellos que no eran más que engañadores. Es evidente que el problema en la asamblea se había intensificado mucho porque Pablo escribe: “Os lo he dicho muchas veces, y ahora os lo digo aun llorando”. Estos hombres son etiquetados por el apóstol como “los enemigos de la cruz de Cristo”. Puede que hayan parecido exteriormente religiosos, pero en realidad eran hombres impíos, egoístas, arrogantes y sensuales que carecían de fe.

Hay tres acusaciones que se dictan contra estos obradores de iniquidad: Primero, en el orden de enumeración está la declaración, “cuyo fin es destrucción”. Seguramente esto no se puede decir de los salvos. Por otro lado, los no salvos experimentarán la destrucción eterna como se predijo en II Tesalonicenses 1:7-9. En segundo lugar, observe el objeto de su adoración. ¿Estaban adorando al Dios vivo y verdadero? ¡No! su dios era su vientre: la sensualidad, que producía el deseo insaciable de satisfacer los apetitos de la carne. En tercer lugar, se nos dice que fijan sus afectos únicamente en cosas mundanas tales como: filosofía, intelectualismo, poder, popularidad, fortuna, etc.

No es de extrañar que Pablo los llame enemigos de la cruz, “tenían apariencia de piedad, pero negaban la eficacia de ella”. Estos emisarios de Satanás no deseaban comprender la predicación de la Cruz, por la cual podían ser justificados de todas las cosas. Las cosas no han cambiado mucho, hoy estos impostores sustituyen descaradamente el mensaje del evangelio con la doctrina del pensamiento positivo, lo que ha llevado a muchos a una falsa sensación de seguridad al pensar que están bien con Dios. Es triste decir que incluso algunos creyentes han caído bajo el hechizo de esta enseñanza insidiosa. Sir Walter Scott dijo de aquellos que son dados al engaño:

“¡Oh, qué red tan enredada tejemos,
cuando primero practicamos para engañar.”

Afortunadamente, aunque el evangelio a veces se ve obstaculizado, sigue siendo el “poder de Dios para salvación”. Cuidado con los enemigos de la Cruz, están entre nosotros incluso en esta hora.