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La nueva creación

En Romanos 5:12 Dios nos dice cómo todos estamos relacionados con el primer hombre, Adán:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte… así la muerte pasó a todos los hombres…”

Este versículo indica claramente que todo niño nacido en el mundo desde Adán ha participado de la naturaleza pecaminosa de Adán.

Los padres a veces se preguntan por qué sus hijos actúan como lo hacen. ¡La respuesta es simple! Todo hijo está emparentado con el rebelde Adán por nacimiento físico, y pronto se rebela como Adán, de quien es descendiente.

En las Escrituras se nos dice que Dios “muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Cuando estás en problemas y alguien viene en tu ayuda, ¿no te atrae automáticamente esa persona? Entonces, ¿no deberíamos sentirnos atraídos por Aquel que se preocupó tanto por nosotros que “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7,8)?

A través del nacimiento natural participamos de la naturaleza pecaminosa de nuestros padres desde Adán, y con frecuencia incluso tenemos las mismas características físicas que nuestros padres. Qué conmovedor, entonces, saber que el Señor Jesucristo tomó sobre sí “la semejanza de los hombres” (aparte del pecado) y, como Dios-hombre, murió por nuestros pecados en la cruz, donde los hombres pecadores (personas como nosotros) ¡lo clavó! Cuando reconocemos esto y ponemos nuestra fe en Él, se produce un nacimiento espiritual y nos convertimos en hijos de Dios (Juan 1:12). Más que esto, nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, la nueva creación de Dios, porque “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (II Cor. 5:17). “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).