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La Revelación de Jesucristo

El último gran libro de la Biblia comienza con las palabras: “La revelación de Jesucristo”, y de estas palabras deriva su título: “La Revelación”. En este libro, San Juan trata en gran parte del regreso de Cristo en gloria para juzgar y reinar.

II Tes. 1:7,8 nos dice que un día “el Señor Jesús se manifestará desde el cielo… en llama de fuego, para dar cumplimiento a los que… no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. De esto trata básicamente el libro de Apocalipsis. Pero esta fraseología también se usa en las epístolas de Pablo, pues en Gal. 1:11,12 dice:

“Os certifico, hermanos, que el evangelio que ha sido predicado por mí, no es según hombre, porque ni yo lo recibí, ni lo aprendí de hombre, sino por revelación de Jesucristo.”

Seguramente esta no es la misma “revelación de Jesucristo” de la que escribió Juan. San Pablo no se refiere a “la revelación de Jesucristo” en gloria, sino a “la revelación de Jesucristo” en gracia mientras retrasa el juicio; no Su revelación al mundo en persona, sino Su revelación al mundo a través de Pablo, el primero de los pecadores, salvado por gracia. En los Versículos 15,16 de Gal. 1, el Apóstol dice: “…agradó a Dios… revelar a su Hijo en mí”. ¡Qué revelación de gracia para un mundo maldecido por el pecado cuando Dios salvó a Saúl, su amargo y blasfemo enemigo! Lo cuenta en I Tim. 1:13-16, donde dice:

“[Yo] era blasfemo, perseguidor e injuriador… Sin embargo, POR ESTA CAUSA ALCANZÉ MISERICORDIA, PARA QUE EN MÍ PRIMERO JESUCRISTO MUESTRE TODA LA CLEMENCIA, PARA UN MODELO PARA ELLOS QUE HABRÍAN DE CREER EN ÉL PARA VIDA ETERNA .”

Por eso Pablo dice: “…agradó a Dios… revelar a su Hijo en mí”. Al salvar al primero de los pecadores (como Pablo se llama a sí mismo en I Timoteo 1:15), Dios nos mostraría que está dispuesto a salvar a cualquier pecador, “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rom. 10:13).