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Las bendiciones de la crisis

El apóstol Pablo, que había pasado por una crisis desesperada tras otra, escribió lo siguiente:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).

¡Cuántas personas han encontrado que la vida va bien durante años cuando, de repente, se encuentran en medio de una grave crisis!

Quizás la muerte repentina de un ser querido cambió la vida por completo y presentó serios problemas totalmente imprevistos. Tal vez fue la pérdida repentina de riqueza, por lo que la vida tuvo que reajustarse por completo. Hay cientos de incidentes inesperados que de repente pueden poner a uno cara a cara con realidades duras y severas completamente imprevistas.

Para los creyentes en el Señor Jesucristo, tales crisis pueden resultar en grandes bendiciones espirituales. Tienden a acercarnos más a nuestro Padre celestial, a hacer que oremos más y nos apoyemos más en Él. Nos muestran la inseguridad de todo lo temporal y nos dan una mayor apreciación de nuestra seguridad eterna en Cristo. Dan un significado más profundo a las Escrituras que estudiamos e incluso a los himnos que cantamos. Ellos santifican y enriquecen nuestras confraternidades.

Para aquellos, y solo aquellos, que verdaderamente aman a Dios y son “llamados conforme a su propósito”, todas las cosas ciertamente “colaboran para bien”; Dios, por supuesto, hace que “colaboren para bien”.

Por eso la Palabra de Dios para el cristiano es:

“Por nada estéis afanosos; antes bien, en toda oración y ruego, con acción de gracias, sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6,7).