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Nuestra frustración nacional

La administración ha estado lanzando un contraataque contra lo que llama “el creciente estado de ánimo de frustración nacional” por la contienda con la Unión Soviética. Este “estado de ánimo de frustración nacional” se refleja a diario en la prensa, la radio y la televisión. Muchas de las noticias, últimamente, son desalentadoras. Pero esta frustración nacional no es básicamente el resultado del ruido de sables soviético; es el resultado de nuestra propia decadencia moral y espiritual, porque los mismos periódicos que publican tantas malas noticias sobre el comunismo, están llenos de informes de borracheras, violaciones, asesinatos, corrupción en los negocios y el gobierno, y todo tipo de inmoralidad, vicio y crimen. ¿Y cuál es la razón de toda esta maldad? Estados Unidos se está alejando cada vez más de la Biblia y su mensaje acerca de Cristo y su obra redentora. Mientras proclaman la bondad inherente del hombre, los hombres están demostrando su maldad inherente y su necesidad de salvación.

Sin embargo, los verdaderos cristianos no se sienten frustrados por las circunstancias actuales. Reconociendo que son indignos en sí mismos y confesando a Cristo como Aquel que “llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (I Pedro 2:24), se regocijan de estar ante Dios “aceptados en el Amado [Uno] ” (Efesios 1:6). “Justificados, pues, por la fe, [ellos] tienen paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1) y piden Su ayuda en todo lo que hacen. Lejos de frustrarse, el verdadero creyente en Cristo exclama con Pablo: “Gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo” (II Cor. 2:14).

¿Los hombres lo consideran el perdedor porque es despreciado y a veces perseguido por aquellos que no comparten su preocupación por el pecado y la salvación? Él responde: “No, en todas estas cosas somos MÁS QUE VENCEDORES, por medio de Aquel que nos amó” (Rom. 8:37). ¿Tiene miedo? Para nada. Disfrutando de una relación personal con Dios, dice: “ÉL HA DICHO: NUNCA TE DEJARÉ, NI TE DESAMPARARE, PARA QUE PODAMOS VALIENTEMENTE DECIR:… NO TENDRÉ MIEDO DE LO QUE PUEDA HACERME EL HOMBRE” (Hebreos 13:5). ,6).