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Perdón que no se puede revocar

Siglos antes de Cristo, el salmista dijo:

“Si tú, Señor, miras las iniquidades… ¿quién se mantendrá firme? Pero en Ti hay perdón…” (Sal. 130:3,4).

Es dudoso que el salmista entendiera la base sobre la cual un Dios justo, a través de las edades, ha perdonado los pecados con tanta gracia, pero esto ha sido revelado desde entonces en las epístolas de Pablo.

Allí leemos: “Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32). Pero esto es solo una parte de la verdad, porque Dios perdona a los pecadores, no solo porque Cristo así lo desea, sino porque Cristo pagó por sus pecados y compró su redención. Así Ef. 1:7 declara: “En [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.

Y así Pablo pudo proclamar a sus oyentes en la sinagoga de Antioquía de Pisidia:

“Os sea notorio, pues, hombres y hermanos, que por medio de este Hombre os es predicado el perdón de los pecados:

“Y por él todos los que creen son justificados de todas las cosas, de las cuales vosotros no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés” (Hechos 13:38,39).

Obviamente, tal perdón nunca puede ser rescindido o revocado, porque se basa en el pago total y completo de toda nuestra deuda de pecado por “la sangre preciosa de Cristo”.

Tristemente, muchas personas no sienten que necesitan perdón, porque no se han visto a sí mismos como realmente son a los ojos de un Dios santo, sino aquellos que están conscientes de sus pecados y están dispuestos a decir con el hijo pródigo: “he pecado”, pueden experimentar la paz y el gozo de los pecados perdonados por la fe en Cristo, quien pagó la pena del pecado por nosotros.

Aquí está el perdón que nunca puede ser revocado porque se basa en la “ofrenda única [de Cristo en el Calvario]” ​​por la cual nuestro Señor “perfeccionó para siempre a los santificados [es decir, apartados como suyos]” (Heb. 10). :14).