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Sé fuerte en el Señor

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).

Cuando Pablo comienza a cerrar la carta a los Efesios, aborda la guerra espiritual del Cuerpo de Cristo. La instrucción de Pablo es que “seamos fuertes en el Señor, y en el poder de su fuerza”. En esta batalla espiritual, necesitamos fuerza espiritual. Como estamos del lado del Señor, Pablo nos señala al Señor Todopoderoso, de quien debemos obtener nuestra fuerza. En esta epístola, Pablo ha estado mostrando a los creyentes que estamos “en Cristo”, en unión perfecta y eterna con Él. Estando en Cristo, encontramos que Su vida es nuestra vida y Su poder es nuestro poder. Nosotros, el Cuerpo, sacamos la fuerza y ​​el poder para vivir la vida cristiana de nuestra Cabeza viviente.

“¿Cuál es la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación de la potencia de su poder, la cual operó en Cristo cuando le resucitó de los muertos…” (Efesios 1:19,20).

Ser fuerte en el Señor y en el poder de Su fuerza tiene que ver con vivir por fe en la vida y el poder de la resurrección que reside en cada creyente a través de Cristo. El mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos es el mismo poder que debemos usar para estar de pie en esta batalla espiritual. La fuerza de la vida cristiana es la dependencia de Dios. Así que Pablo le indica a la Iglesia que sea “fuerte en el Señor”, que dependa de Él.

Antes de la salvación, Pablo dice que estamos “sin fuerzas” (Rom. 5:6). Somos débiles y absolutamente incapaces de agradar a Dios o salvarnos a nosotros mismos. La salvación es solo a través de confiar en Cristo, y solo por Él tenemos la victoria sobre la pena y el castigo del pecado. Después de confiar en Cristo como nuestro Salvador, todavía somos débiles en nosotros mismos, y en la vida cristiana nuestra suficiencia debe ser de Dios (II Cor. 3:5). La victoria sobre el poder del pecado en nuestras vidas ocurre de la misma manera que somos salvos del castigo del pecado, al confiar completamente en Cristo y solo en Él. Su fuerza es más que suficiente para la batalla, y tenemos garantizada la victoria sobre cualquier cosa que Satanás nos arroje cuando nos volvemos a nuestro Señor (Filipenses 4:13).

Se hizo la pregunta en una clase de Escuela Dominical: “¿Cómo podemos derrotar a Satanás?” Una niña pequeña respondió: “Deja que Jesús abra la puerta cuando Satanás comience a llamar”. Ser instruido para ser “fuertes en el Señor y en el poder de Su fuerza” nos dice que nuestro poder no es lo suficientemente fuerte para que podamos estar de pie en esta batalla espiritual, y nos dice que enfrentamos un enemigo mucho más fuerte de lo que somos separados de Cristo. Por lo tanto, necesitamos el poder infinito de nuestro Señor en esta batalla espiritual, y nos apropiamos de esa fuerza rindiéndonos al Espíritu que mora en nosotros, a través de la oración y la dependencia de Dios, y mediante el conocimiento, la fe y la obediencia a Su Palabra, debidamente expresada ( cf. Efesios 6:17, 18).