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Tomás el dudoso

No creas en tus dudas. Cree en la Palabra de Dios.

Nuestro Señor dijo: “Adónde yo voy, y sabéis el camino” (Juan 14:4).

Tomás dijo: “NO sabemos adónde vas, y ¿cómo podemos saber el camino?” (Verso 5).

¿Quién tenía razón? Por supuesto que nuestro Señor tenía razón. Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Pero Tomás, creyendo en sus dudas más que en su Señor, se encontró no meramente cuestionando, sino contradiciendo a Cristo mismo.

El problema era que Tomás estaba pensando en un nivel más bajo que el de nuestro Señor. Tomás estaba pensando sólo en términos de localidad y método, mientras que nuestro Señor tenía personas en mente. A lo largo de todos estos capítulos de Juan anteriores a la crucifixión, nuestro Señor parece estar ocupado con pensamientos acerca de Su Padre, Él no había estado hablando de ir al cielo, sino de ir al Padre (13:1; 14:12). Tampoco se refirió a la conducta moral o al dogma teológico cuando dijo, “como sabéis”. Más bien se había referido a Sí mismo, el único que podía lograr para Tomás la entrada al Padre. “Nadie viene al Padre”, dijo, “sino por mí” (14:6).

Así que nuestro Señor tenía razón. Tomás sí sabía adónde iba Cristo: “al Padre”. Y él sí conoció a Cristo, el camino. Si Tomás, en lugar de nuestro Señor, hubiera tenido razón, Tomás habría sido un alma perdida pero, solo unas pocas horas más tarde, en la oración sagrada de nuestro Señor a Su Padre, iba a decir: “Esta es la vida eterna, que puedan saber tú, el único Dios verdadero, y Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Debemos tener cuidado de no criticar a Tomás con demasiada severidad, porque mientras él era propenso a mirar el lado oscuro de las cosas, también estaba dispuesto a dar su vida por su Señor. De todos los apóstoles, fue el único que dijo, cuando el Señor se propuso ir a Judea poco antes de Su crucifixión: “Vamos también nosotros, para que muramos con Él” (Juan 11:16).

En la resurrección de nuestro Señor, sin embargo, nuevamente encontramos a Tomás creyendo sus dudas, de hecho, defendiéndolas, hgvvcomo él dice: “Si no… meto mi dedo en la huella de los clavos, y meto mi mano en Su costado, yo nok creer” (Juan 20:25). Pero cuando, “después de ocho días”, se le invitó a hacer precisamente eso, mientras estaba en la misma presencia de Aquel que es “la resurrección y la vida”, se arrepintió de la insensatez de su incredulidad y exclamó: “¡Señor mío y ¡Dios mío!” (Verso 28).

Lección: No creas en tus dudas. Cree lo que Dios dice.